El Cercle de Economía ha celebrado esta semana su particular cónclave. No bajo llave, como los purpurados de Roma, pero sí con toda la expectación mediática requerida. Tuvieron el buen gusto, eso sí, de concluirlo justo cuando la Capilla Sixtina acogía sus primeras votaciones.
El encuentro sirvió para que Pedro Sánchez se sacara el enésimo conejo de esa chistera que para sí querría el Mago Pop: una consulta ciudadana sobre la OPA hostil del BBVA al Sabadell. La operación concita la oposición unánime de todas las fuerzas vivas catalanas, desde los sindicatos a las patronales, pasando por pequeños accionistas y consumidores, amén de los partidos de todo el arco parlamentario. Solo el presidente de la Generalitat guardaba discreto silencio, algo bastante razonable ante una operación que se dirime en el ámbito privado entre dos empresas cotizadas.
Hasta que Sánchez habló, y Junts requirió a Illa valentía para hacer lo propio. Solo entonces se despachó Salvador Illa con un lacónico “preferiría que no saliera adelante por muchos motivos”. El president iba más allá ante las críticas de la oposición para asegurar que “el Govern y yo mismo defenderemos los intereses de Cataluña. Y también lo quiero decir, porque es un tema delicado: hago cosas, hago más de lo que digo, pero lo hago”. Una afirmación que ha llevado a algunos a señalarlo como ideólogo de la consulta.
«En ese contexto se despachó Illa en defensa de sus subidas de impuestos y, sobre todo, de la intervención en el mercado de la vivienda que ha llevado a Foment del Treball a romper su idilio inicial con el socialista.«
No ha sido, sin embargo, el striptease ideológico más relevante de Illa esta semana. Más significativo fue, sin duda, el tête à tête de Illa y el presidente del Cercle, Jaume Guardiola, en la sesión de clausura de las jornadas. Uno estrenándose ante la cúpula empresarial catalana, el otro de salida del cargo, los dos con ganas de sentar posiciones.
Las jornadas del Cercle de Economía han vuelto a ser el place to be; no por la necesidad del empresariado de recuperar el puente con Madrid tras el procès, sino porque el mundo político las escoge para buscar el aval a sus recetas económicas. Por eso esta semana han desfilado por Barcelona, gracias al Cercle, medio Gobierno, varios comisarios europeos, el presidente de la Comisión y el líder de la oposición. El Cercle ha vuelto a conseguir el pleno, y eso, de por sí, ya es una buena noticia. No nos equivoquemos dando por hechas estas cosas, porque el prestigio, como hemos aprendido en la última década, es difícil de alcanzar pero se pierde muy fácilmente.
En ese contexto se despachó Illa en defensa de sus subidas de impuestos y, sobre todo, de la intervención en el mercado de la vivienda que ha llevado a Foment del Treball a romper su idilio inicial con el socialista. La última respuesta que esperaba Guardiola, que también rompió moldes al reclamar abiertamente al president que apueste por pactar la política económica con Junts y olvide a sus socios habituales.
Una admonición que no pudo oír el estado mayor del partido de Puigdemont, porque ninguno de ellos apareció por las jornadas. Ni siquiera sospechosos habituales como Jaume Giró.
El socialista, que controla el discurso, se había guardado un as en la manga para su cierre en las jornadas del Cercle: 665 solares cedidos por 226 municipios catalanes, donde prevé levantar 21.289 viviendas destinadas al alquiler social. Un anuncio que no le evitó el rapapolvo de Guardiola por su proximidad a los Comunes, ERC e incluso la CUP en materia de vivienda que ha llevado a elevar hasta el 20% el Impuesto de transmisiones patrimoniales en la compra de viviendas. “Así no” venía a decir el presidente de los patricios catalanes en su último cónclave al frente de la entidad empresarial.
Pese a todo, poderío socialista en el Cercle, frente a la frialdad con el PP. Hace dos años, cuando veían en Alberto Núñez Feijóo el próximo inquilino de la Moncloa, todo eran halagos y mimos. Ahora, convencidos de que Sánchez seguirá presidiendo el Gobierno, se olvidaron esos arrumacos. Una frialdad mutua, puesto que Feijóo empieza a entender que el trato exquisito del Cercle o Foment no es sinónimo de una alianza como la que su partido y la patronal madrileña escenifican sin rubor. Empieza a entender Feijóo que las advertencias de Alejandro Fernández no son tan extemporáneas, mientras Josep Sánchez Llibre se apresta a hacer de puente entre Junts y el PSOE.