Cambios en el status quo. Bill Gates ha publicado un extenso memorando antes de la cumbre climática COP30 en el que rebaja sustancialmente la narrativa apocalíptica que él mismo ha contribuido a instalar durante la última década. El fundador de Microsoft sostiene ahora que, aunque el calentamiento global es un desafío serio, no acabará con la civilización ni constituye la mayor amenaza a la que se enfrentan los seres humanos. Los verdaderos enemigos, afirma, siguen siendo la pobreza y la enfermedad.
El giro es notable. Gates insiste en que la humanidad podrá seguir viviendo y prosperando en la mayoría de los lugares del planeta, incluso con un aumento de más de 2 ºC en la temperatura media. Y añade que el desarrollo económico -es decir, usar más energía- es indispensable para mejorar la vida de los países pobres, aunque eso implique más emisiones a corto plazo. Plantear esto hace unos años habría sido poco menos que herejía.
Su nueva tesis central es que la métrica prioritaria no debe ser la temperatura global, sino el bienestar humano, especialmente en las regiones más vulnerables. Denuncia que se están financiando proyectos de bajo impacto mientras se recortan vacunas, agricultura y electrificación en África o Asia. Se atreve incluso a señalar ejemplos donde el celo climático ha generado daños reales, como prohibiciones de fertilizantes que hundieron cosechas y han multiplicado el hambre.
Gates no renuncia a la neutralidad climática: sigue apostando por las tecnologías limpias y por reducir a cero la “prima verde”, la diferencia de precio entre lo limpio y lo sucio. Pero reconoce que el alarmismo ha desviado recursos de lo verdaderamente urgente.El mensaje es claro: Desarrollo es adaptación.
Quién sabe. Quizás podría ser saludable aplicar esa misma vara a otras narrativas que moldean la política global: El miedo también tiene un coste.





