Friedrich Merz sigue dando bandazos discursivos. El conservador alemán basó su campaña electoral en un endurecimiento de su partido -la CDU- en las cuestiones migratorias, acercándose a los postulados de AfD. Tras ganar las elecciones, pero, se desdijo de sus promesas electorales más severas -y probablemente populares- contra la inmigración, generando un profundo malestar entre parte de su electorado y la oposición. Ahora, el ya electo canciller vira de nuevo en su primer discurso como cabeza del Ejecutivo criticando la “inmigración descontrolada” en términos que recuerdan a los planteamientos de AfD, un partido que aboga por políticas migratorias estrictas basadas en lo que muchos consideran sentido común: priorizar la seguridad y la integración frente a flujos migratorios desregulados.
Merz se suma a Starmer y carga en su primer discurso contra la «inmigración descontrolada».https://t.co/y6vcfHDwVX
— THE OBJECTIVE (@TheObjective_es) May 14, 2025
Sus palabras son recibidas con estupor. La controversia, pero, no radica en el discurso de Merz, que refleja preocupaciones legítimas de la ciudadanía, sino en la doble vara de medir de las instituciones alemanas. Los servicios de inteligencia, a través de un informe del Bundesnachrichtendienst de mayo de 2025, clasificaron a AfD como “extremista”, acusándola de racismo y actitudes anti-musulmanas, lo que permitió intensificar su vigilancia y reavivó debates sobre su posible ilegalización.
Ahora bien, cuando Merz, líder de un partido hegemónico y enquistado en el entramado institucional nacional, utiliza un discurso prácticamente idéntico al de Alice Weidel, el escrutinio es inexistente. La CDU no solo fagotiza el discurso ajeno pese a ser directamente responsable del despropósito migratorio que enfrenta la UE, sino que pretende por el camino agraviar y desacreditar a quienes han puesto el problema sobre la mesa.
La pregunta que surge es clara: si AfD es un peligro para la democracia por defender estas ideas, ¿por qué no se aplica el mismo criterio a Merz y a la CDU? El conservadurismo clásico continental ha sido cómplice indispensable en las avalanchas migratorias que hoy desdibujan a la UE. Tras el desastre perpetrado, pero, esperan aún hoy que la ciudadania busque en ellos la solución. Esta disparidad pone en duda la imparcialidad de las instituciones alemanas. ¿Dónde reside el verdadero riesgo para la democracia? ¿En el discurso identitario en respuesta a la agresión constante o en la instrumentalización política de las instituciones de gobierno?