A los relatos fantasiosos sobre los éxitos logrados por el presidente Trump en su primer viaje internacional a Arabia Saudita, Catar y Emiratos Árabes, la Casa Blanca añadió esta semana una nueva entrega a la saga para dar cuenta en esta ocasión del éxito del presidente en su calidad de comandante en Jefe de las fuerzas armadas de los Estados Unidos. Según el titular del artículo publicado el 25 de junio, “las instalaciones nucleares de Irán han resultado aniquiladas y -tomen nota- las informaciones en sentido contrario son noticias falsas (fake news)”. Según la Casa Blanca “los decisivos y precisos golpes asestados por Donald J. Trump a las instalaciones nucleares del régimen iraní” han hecho de este mundo un lugar más seguro. “Como muestran las imágenes de satélite, se ha infligido un Daño Monumental a todos los Centros nucleares en Irán. Aniquilación es la palabra más precisa” para describir la situación, concluía el propio presidente. (He empleado letras mayúsculas cuando así aparecen en el texto original.)
Los colaboradores más próximos del presidente (Vance, vicepresidente, Hegseth, secretario de Defensa, y Rubio, secretario de Estado), el principal responsable de ejecutar la operación de bombardeo (Dan “Razin” Caine, presidente del Estado Mayor Conjunto), algunos aliados (Zamir, Jefe de Estado de las Fuerzas Armadas de Israel) y los portavoces de algunas organizaciones próximas al trumpismo (Fundación para la Defensa de la Democracia y el Instituto de Empresa Americano) han sumado sus voces para confirmar la valoración positiva de los resultados de la operación. Todos ellos saben perfectamente qué deben decir para no incurrir en las iras de Trump y por si a alguno de ellos le quedaba alguna duda sobre cómo se las gasta el comandante en jefe incluso con sus colaboradores, la vertiginosa caída de Elon Musk les habrá despejado todas las dudas.
Todos ellos saben perfectamente qué deben decir para no incurrir en las iras de Trump
La Casa Blanca despacha las informaciones publicadas en medios que cuestionan su exitoso relato como noticias falsas y nos obliga a quienes nos importa más conocer la verdad que adular a Trump dilucidar si acaso lo publicado en esos medios está más cerca de la realidad que la valoración realizada por el propio Trump o algún clon suyo en la red Truth Social con su particular tipografía y altisonante verborrea. Pues bien, resulta que la fuente de las informaciones que cuestionan los efectos de los bombardeos en las cadenas CNN y NBC y en los diarios Washington Post y New York Times no es otra que la mismísima Agencia de Inteligencia Nacional (National Intelligence Agency, NIA) del Pentágono, un organismo oficial cuyas valoraciones de la operación difícilmente puede la Casa Blanca calificar como falsas noticias.
Pues bien, el informe de la NIA filtrado a los medios de comunicación indica que los efectos de los bombardeos de las instalaciones nucleares realizado por más de un centenar de aviones estadounidenses no resultaron “tan efectivos como el presidente Trump afirmó y que el golpe al conjunto del programa nuclear de Irán provocará un retraso de entre tres y seis meses”. Y continúa reconociendo que “nosotros asumíamos que los daños iban a ser mucho más significativos de lo que estamos encontrando”, ya que las piezas centrales del programa nuclear iraní permanecen intactas. En otras palabras, de las imágenes mostradas por la Casas Blanca sobre los efectos del bombardeo sólo cabe concluir que las instalaciones nucleares han sufrido daños importantes en superficie, pero no han logrado destruirlas completamente como Trump dio a entender.
Menos atención de la debida se ha prestado a las consecuencias que podría tener bombardear instalaciones nucleares sobre la población local
Una primera conclusión que podemos extraer de este asunto es que resulta más complicado acabar con las instalaciones nucleares iraníes, ordenada por el presidente Trump, que ejecutar en Afganistán el asesinato del terrorista Bin Laden, ordenado por el presidente Obama. Aunque cualquier persona razonable está obligada a reconocer que en los procelosos mundos de la información y la contrainformación de los gobiernos y las agencias de seguridad nacional resulta difícil discernir la verdad de la mentira. Bien podría ser que Trump, pese a conocer perfectamente el grado de devastación causado, ha optado por exagerarla para reforzar su imagen pública de hombre fuerte. Y que el Pentágono, por su parte, haya preferido relativizar el éxito de la operación para justificar futuros bombardeos y comprobar la efectividad de las bombas de nueva generación para destruir instalaciones con protección especial en otros países que, a diferencia de Irán, el Pentágono considera que constituyen una amenaza para la hegemonía militar, política y económica de Estados Unidos.
Menos atención de la debida se ha prestado a las consecuencias que podría tener bombardear instalaciones nucleares sobre la población local y las poblaciones de países cercanos. Bombardear instalaciones nucleares, civiles o militares, constituye un acto criminal que pone en riesgo la vida de personas inocentes. De momento, “las autoridades iraníes han informado a la Agencia de Energía Atómica Internacional (IAEA) de que no hay niveles elevados de radiación más allá de las tres instalaciones atacadas por Estados Unidos y las fuerzas israelíes”. No obstante, Mariano Grossi, director de la IAEA ha advertido que “la operación militar contra las instalaciones nucleares de Irán aumenta el riesgo de contaminación radioactiva y podría ocasionar daños severos a la población y el medio ambiente”. Grossi subrayó que las instalaciones nucleares no deberían ser nunca atacadas. Quizá el Pentágono está interesado también en conocer el alcance del aumento de radiación provocado por sus bombardeos lejos de casa.
