Ya es oficial. Junts se ha convertido, por méritos propios, en el peor enemigo del catalán.
Les dirán que no es cierto. Que históricamente ese baldón lo ostentaba por méritos propios Ciutadans, y que solo la llegada de Vox a gobiernos locales y autonómicos podría hacer que los ‘naranjitos’ -ya desaparecidos del mapa político catalán y español- perdieran ese podio. Siempre con la aquiescencia del PP.
No es cierto. Nada mejor para convertir al catalán en el idioma antipático por antonomasia que el acuerdo anunciado esta semana por Junts y PSOE. A saber: todas las empresas españolas de más de 250 empleados deberán ofrecer atención al público en catalán. No en Cataluña, donde ya están obligadas, sino en el conjunto del territorio nacional. Desde Cádiz a La Coruña. 4.000 empresas afectadas según algunos cálculos.
Los socialistas intentan matizarlo; argumentan que esa exigencia solo será válida en Cataluña. Pero ahí está la inefable Miriam Nogueras para aclarar que no. Si Pedro Sánchez quiere seguir sentado en el despacho de La Moncloa, este es el precio a pagar. “En toda España” aclaró la escudera favorita de Carles Puigdemont a la nube de periodistas que la esperaban en los accesos al Congreso de los Diputados.
No había suficiente con boicotear pequeños negocios porque una dependienta no conoce el significado de la palabra maduixa -qué fácil hubiera sido explicárselo, en vez de exigir la presencia del ‘jefe’ con cajas destempladas ¿verdad?-. Tampoco con criminalizar a los sanitarios venidos del resto de España o de Latinoamérica, supliendo los huecos de una sanidad que no paga suficiente para retener a los médicos y enfermeras formados aquí.
Junts necesita demostrar que tiene el poder para doblegar a Sánchez. Con la amnistía, la inmigración y ahora, de nuevo, el catalán.
Lo vestirán como defensa de la lengua, pero no se dejen engañar. La supervivencia del catalán se defiende facilitando la creación de contenidos en catalán, no utilizándolo como argumento de poder político en modo ‘aguántame el cubata’ que te subo la apuesta.
Pero la amnistía no alcanza a Puigdemont, quien debía ser su principal beneficiario. Tampoco parece que el Gobierno vaya a tener apoyos suficientes para entregar a la Generalitat las competencias en inmigración, vista la oposición frontal de Podemos. De hecho, es prácticamente en lo único que coinciden con Sumar, igualmente escamados por la última cesión a los neoconvergentes.
Así que Puigdemont necesitaba una nueva zanahoria para convencer a sus huestes, menguantes por la fuga a Aliança Catalana, que crece por días. Tiene que convencerles de que valió la pena involucrarse en la investidura de Sánchez, más allá de sus prebendas personales. Y ha recurrido de nuevo al comodín del catalán.
Curioso que nadie les recuerde que fueron ellos, entonces como Convergència, los que asestaron el peor golpe a la promoción del catalán: la supresión de la programación infantil y juvenil de TV3. Bola de Drac y Doraemon fueron a la promoción del catalán entre los niños lo que Dallas y el Barça para los adultos. Pero cuando llegó el apagón de la televisión analógica, CiU optó por mantener un canal de TDT íntegro para deportes mientras la programación infantil compartía espacio con los documentales del Canal33. ¿Qué podía fallar?
Los herederos de esa brillante decisión han decidido esta semana clavar un nuevo clavo en el ataúd del catalán: la lengua como excusa para demostrar que los 7 diputados de Junts aún tienen el poder sobre Sánchez.