Luis Mauri, en El Periódico, dice que Torra también tuvo un sueño, el de ejercer por una vez de presidente y convocar elecciones antes de que el Tribunal Supremo lo inhabilite, pero se despertó enseguida: «Ni convocará elecciones cuando él quería, ni ejercerá autónomamente como ‘president’, ni desatenderá el guión que le escribe Puigdemont.»
Lo que empezó mal, con la designación del candidato nº11 de la lista por Barcelona de Junts per Catalunya como presidente de la Generalitat, no puede acabar bien de ninguna manera. No tiene margen de maniobra ni apoyo más allá de su papel como figura instrumental de la política diseñada desde Waterloo.
Se trata de «alargar esta legislatura zombi para erosionar a Esquerra Republicana e intentar impedir in extremis el vuelco anunciado en la correlación de fuerzas independentistas». La clave puede estar, según Mauri, en que «puede haber unos 200.000 votos oscilando en la frontera entre republicanos y posconvergentes».
Veremos como en esa competición entre independentistas vencerá no quien sea más sensato, quien argumente mejor sobre la realpolitik que conviene al país, sino quien más garantice la persistencia de la inestabilidad y más seriamente amenace al gobierno de Madrid.