El reportaje del New York Times sobre los contactos rusos del entorno de Carles Puigdemont con la pretensión de que el Gobierno de Vladímir Putin apoyara el procés ha hecho más daño del que inicialmente pudiera pensarse. Centrada la trama en el secretario del ex presidente, Josep Lluís Alay, es también objeto de investigación por parte del juez Joaquín Aguirre, que intenta dilucidar si Rusia apoyó al separatismo catalán y de qué manera. Y se ha convertido en un nuevo elemento de fricción entre los socios del Govern, ERC y Junts. Así lo ha demostrado el eurodiputado republicano Jordi Solé, quien en un mensaje publicado en su cuenta de Twitter ha afirmado que este tipo de acciones «resta y no suma».
Solé considera que, en el ámbito internacional, el separatismo debe «moverse en el espacio de los actores y los estados con credenciales plenamente democráticas«. Y es evidente que este no es el caso de Rusia.
Paluzie, la ofendida
A este tuit han respondido airados numerosos militantes de Junts. Pero también lo ha hecho la presidenta de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), Elisenda Paluzie, quien, cargada de ironía, ha recomendado a ERC que cierre «unas cuantas oficinas» de la Conselleria de Empresa y Trabajo «comenzando por la de Moscú y siguiendo por la de Pekin».
El secretario nacional de la ANC Adrià Alsina también ha respondido a Solé recordándole que «para ser estado miembro de Naciones Unidas necesitas, al menos, la abstención de Rusia y China en el Consejo de Seguridad y el voto afirmativo de dos tercios de la Asamblea General, de los cuales menos de la mitad son considerados democracias plenas».
