Un reciente estudio de la Universitat Pompeu Fabra y la Universidad de Toronto, revela que más de una cuarta parte de las jóvenes catalanas de la Generación Z se identifican como no heterosexuales. Basado en encuestas realizadas en 2017 y 2022 a 4.000 personas de Cataluña, el informe señala que esta tendencia es especialmente marcada entre las mujeres, con la bisexualidad como una de las identidades más comunes. Los hombres, en cambio, se mantienen mayoritariamente heterosexuales, mostrando una brecha de género significativa en cómo los jóvenes perciben su orientación sexual.

El dato impresiona: una de cada cuatro es un porcentaje que no se puede ignorar. Pero, más allá de la celebración de la diversidad, surge una pregunta ineludible: ¿qué debemos pensar de esto? El estudio vincula esta tendencia a factores como la ideología -las mujeres de izquierdas se inclinan más por la bisexualidad, mientras las de derechas permanecen heterosexuales- y apunta a una preferencia por identidades fluidas entre los jóvenes. Una apertura no exenta de matices. ¿Es un reflejo auténtico de la naturaleza humana o una respuesta a un entorno cultural que premia lo no normativo hasta convertirlo, irónicamente, en una nueva norma?

Nadie duda de la legitimidad de las vivencias personales, pero el fenómeno invita a la reflexión. En una generación que crece bajo la lupa de las redes sociales y la hipervisibilidad, ¿cuánto hay de introspección y cuánto de adaptación a un discurso dominante? La brecha con los hombres y con los millennials sugiere que esto podría ser un rasgo distintivo de las mujeres catalanas de la Generación Z, pero también plantea si estamos ante una evolución o, con perdón por el término, una moda pasajera. La diversidad sexual es un hecho valioso, pero interpretarla como un avance unidireccional sin cuestionarla simplifica un tema complejo. Pensar críticamente no es rechazar, sino entender mejor qué hay detrás de los números.

La vinculación con el sesgo ideológico es un dato clave. El rechazo tácito del espectro izquierdista a los modelos tradicionales y su tendencia a la colectivización de emociones, vivencias y experiencia puede explicar en gran medida este fenómeno. ¿Estamos realmente ante una eclosión de la diversidad sexual o responde más bien a una suscripción acrítica del modelo hegemónico d e pensamiento entre los jóvenes?