Esta semana tendrán que permitirme una licencia. Estas líneas no van a intentar hacer un compendio de los últimos siete días políticos, aunque argumentos no faltan. Desde el espectáculo berlanguiano ofrecido por la “periodista” Leire Díez y los “empresarios” Víctor de Aldama y Javier Pérez Dolset a la sorpresiva y sorprendente Conferencia de Presidentes orquestada este viernes por el Gobierno con Salvador Illa como anfitrión.
Sospecho que Díez, Aldama y Dolset seguirán ofreciéndonos espectáculo a raudales en ese circo en el que se ha convertido la política española, de modo que podremos recuperarlos en estas líneas. Respecto a la Conferencia de Presidentes autonómicos baste con decir que se cumplieron los pronósticos. Pedro Sánchez perdió si se atiende a la falta de acuerdo sobre su oferta de triplicar los fondos destinados a vivienda; o no. Porque a la postre, Sánchez consiguió la foto con todos los presidentes autonómicos, también los populares que este domingo llamarán a manifestarse contra él. E Isabel Díaz Ayuso se quedó sola en su histrionismo antes, durante y después del encuentro.
La agenda política venía cargada esta semana, pero no me resisto por una vez a detenerme en una efeméride, aunque los años del procés me llevaran a aborrecer esa obsesión independentista por conmemorar cada fecha como si ellos solos hubieran provocado la caída de Roma, la llegada a la luna y la independencia de la India, todo junto en un sublime mes de octubre.
Mucho antes de ese octubre para el recuerdo, sin embargo, uno de sus grandes protagonistas lanzó una frase que desde entonces le ha perseguido: “No estaré en el Congreso ni un día más de los 18 meses que marca la hoja de ruta”. Corría el año 2015 y Convergencia había conseguido ligar a Esquerra en una coalición electoral con la promesa de convocar un referéndum de independencia unilateral en el plazo de año y medio. Es decir, coincidiendo con la muy simbólica fecha de 2017, trescientos años después de la supuesta pérdida de un estado catalán que nunca existió a manos de los malvados Borbones.
«En 18 meses dejaré mi escaño para regresar a la República Catalana», proclamaba el republicano en campaña para dejar claro su desprecio por unas instituciones españolas en las que ahora no parece estar tan a disgusto.
Han pasado diez años y Rufián sigue en el Congreso como cabeza de lista de una ERC que intentó sin éxito superar la etapa de Oriol Junqueras en el congreso del pasado otoño. Lo que augura que Rufián completará sin sobresaltos la legislatura española, aunque muchos en su partido lamenten su querencia por priorizar la defensa de los postulados de Podemos o Sumar a los independentistas.
La resistencia de Rufián en el Congreso -¿estará aplicando el ‘Manual de Resistencia’ de Pedro Sánchez?- me lleva a preguntarme si diez años después la política catalana está pacificada o petrificada.
Sánchez escogió Barcelona en la cita autonómica de este viernes para demostrar que su Gobierno ha conseguido pacificar Cataluña y superar el procés, con Salvador Illa al mando de la Generalitat. Pero lo cierto es que seguimos hablando de amnistía y el Palau de la Música -el templo del 3%, en memorable descripción del periodista Pablo Planas-, volvía a revivir el arrobo independentista este lunes con un público entregado al grito de “in-inde-indepencia” ante un azorado Illa. Existe una parte de Cataluña que se ha quedado anclada en una realidad paralela, una suerte de distopía que les lleva a retratar la escena del Palau de la Música como un “baño de realidad” para el president socialista de la Generalitat. ¿Se habrán enterado de que PP y Vox suman más escaños que ERC en el Parlament?