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El populismo autoritario global (II): Todo por los nuestros

Notario, ex vocal del Consejo General del Poder Judicial y ex diputado del Parlament de Cataluña, Alfons López Tena firma el ensayo ‘No es nuestro primer rodeo: el populismo autoritario global’, que El Liberal ofrecerá a sus lectores en sucesivas entregas.

La supremacía es lo que los mayoritarios anhelan y luchan por mantener en su imaginación temerosa, retomando el control «para asegurar que lo que todos los demás logran con el esfuerzo máximo, los nuestros lo consigan con la calificación mínima», como Ta-Nehisi Coates escribe. La siniestra brutalidad de tantos líderes populistas constituyen un mensaje poderoso para sus seguidores: Trabajen la mitad de duro que esas otras personas, y les otorgaré más de lo que conseguirán trabajando el doble que ustedes. Mírenme: yo lo he conseguido. El espeluznante friquismo de Trump, Johnson, Bolsonaro, Modi, por no hablar de Erdoğan, Maduro, Orbán, o Puigdemont y Junqueras, no es un accidente. Es un rasgo constitutivo, para redondear su dominio elevando lo más bajo de «los nuestros» por encima de los más calificados pero que no son de «los nuestros». Su actitud arrogante y mezquina hacia la ley misma, y su desfachatez cometiendo un crimen tras otro, indican a sus seguidores que están dispuestos a hacer lo que haga falta para protegerlos, incluso y sobre todo tomar las medidas drásticas que otros evitan. Los crímenes de esos líderes, su locura y depravación, se convierten en un medio para comprar la lealtad de la gente que quieren pastorear, conduciéndolos a actuar al menos de cómplices, y como sicarios activos en el mejor de los casos. ¿Quién puede demostrar mejor su compromiso que aquellos cuyas opciones se reducen en realidad a gobernar el país o cumplir condena?

Es una página directamente extraída del manual de Bin Laden: implementar actos diseñados para provocar réplicas masivas y airadas de sus oponentes. Esos actos van desde ataques terroristas -que ISIS ha exhibido con caricaturesca villanía- hasta continuos trastornos del orden jurídico; desde flagrantes discriminaciones y opresión hasta guerras culturales. El objetivo es generar hostilidad y que un grupo se revuelva contra el otro, provocando una reacción violenta de aquellos oponentes que fueron primero provocados para que pierdan los estribos y enloquezcan en sus contramedidas políticas y legales, conducidos a optar por una dura represión. «Si logramos arrastrarlos a la arena de la guerra sectaria», escribió Zarqawi a Bin Laden en 2004, «será posible despertar a los inatentos suníes cuando sientan el peligro inminente de una muerte que los aniquile.”

El populismo autoritario proporciona a sus adherentes precisamente eso: protección, pertenencia, significado, siempre y cuando dejes que tu alma, tu cerebro, tu dignidad y libertad se desvanezcan y caigan.

Alfonso López Tena

Cuando el castigo colectivo es sufrido por la mayoría del grupo asediado que los líderes populistas quieren reunir, se presentan como sus únicos protectores y defensores, rentabilizan su victimización, y proclaman que todos los miembros del grupo son atacados como tales, contra la propia existencia de su identidad central, ya sea musulmana, blanca, catalana, hindú, o cualquier otra. Una estrategia similar a la de ISIS por la que esos sombríos líderes, antes de convertirse en la causa principal de los problemas de sus países, fueron y son un síntoma profundamente arraigado.

Pero la competencia y la meritocracia, aunque esté restringidas localmente, han creado globalmente un campo de juego abierto que promueve el «mal» tipo de personas, emergentes y no serviles —no «los nuestros,»— aquellas personas leales, humildes, fracasadas a las que el nepotismo y la captura de recursos públicos benefician. «Tarde o temprano», escribe Anne Applebaum, «los perdedores en la competencia siempre iban a cuestionar el valor de la competencia en sí. Más aún, los principios de la competencia, incluso cuando fomentan el talento y crean movilidad ascendente, no necesariamente responden a preguntas más profundas sobre la identidad nacional, o satisfacen el deseo humano de pertenecer a una comunidad moral.» El populismo autoritario proporciona a sus adherentes precisamente eso: protección, pertenencia, significado, siempre y cuando dejes que tu alma, tu cerebro, tu dignidad y libertad se desvanezcan y caigan. Siempre y cuando cedas a la servidumbre. Por ello su voto deja de ser una elección entre propuestas políticas para devenir una marca tribal de fuerza y lealtad que envalentona a los partidos y candidatos que se perciben como uno-de-los-nuestros, cualesquiera que sean las políticas que favorezcan, porque sus partidarios los abrazarán sean cuales fueren, y seguirán votando por ellos como señal de lealtad y pertenencia, en una sociedad hiperpartidista dividida, donde todo el mundo teme y odia a los demás y es constantemente interpelado a que no votar por «lo nuestro» significa entregar el país a los que quieren destruirlo, por lo que no pueden permitirse perder las elecciones. Donde un líder como Junqueras se siente lo suficientemente legitimado como para llamar a la gente a votar «para que el bien venza al mal en las elecciones.» El bien, por supuesto, era él.

Asustados, enojados, propensos a seguir con alegría al matón más sombrío que puedan encontrar, no a pesar de su vil brutalidad, sino precisamente por ella.

Alfonso López Tena

Malcriados, consentidos por el Estado, tan acostumbrados a ordeñar el dinero de los demás contribuyentes que conciben tanto las tarifas que todo el mundo paga para mantener sus trabajos insostenibles como los impuestos que otras personas pagan para alimentar su estilo de vida inviable como un privilegio ordenado por dios; deseosos de seguir a quien les promete más y mejores salvaguardas frente a un mundo que no comprenden ni aprecian. Asustados, enojados, propensos a seguir con alegría al matón más sombrío que puedan encontrar, no a pesar de su vil brutalidad, sino precisamente por ella. Desatando el peor mal del que los humanos son capaces. La maldad se desboca después, hábilmente explotada por unos gobernantes nauseabundos que, como Iyad el-Baghdadi indica, transforman su oferta de «Te damos trabajo y te callas» a «Te protegemos y te callas», usando un flujo constante de amenazas reales para aparecer como protectores, explotando el estancamiento económico y el declive de sus seguidores para añadirle encima brutalidad, represión, desesperanza, desinformación, falta total de derechos individuales y políticos, y aparatos de seguridad invasivos, para dominar unas sociedades donde «todos y cada uno tienen miedo, todo el mundo está ansioso, todo el mundo sospecha de los demás, todo el mundo está sufriendo por sus propios agravios y no ve los agravios de los otros.»

“Temen la irrelevancia, frenéticos por utilizar el poder político que les queda antes de que sea demasiado tarde,» dice Yuval Noah Harari, «Trump y el Brexit fueron apoyados por muchas personas que todavía disfrutaban del poder político pero temían perder su valor económico» —un cri de coeur furioso y enajenado para evitar convertirse en los inútiles perdedores de una modernidad global de mérito y competencia entre personas cualificadas que no tiene lugar alguno para ellos y que deshilacha su propia posición social dominante, perdida en un sueño inalcanzable de preservar y congelar una sociedad de ladrillo y mortero contra los cambios tecnológicos, económicos, y demográficos de una modernidad donde «todo lo que es sólido se funde en el aire» y «cada ocupación hasta ahora honrada y admirada con reverencia» ha perdido su halo. Un espectro se cierne sobre el mundo, 170 años después de que Marx escribiera: «Revolución constante de la producción, perturbación ininterrumpida de todas las condiciones sociales, incertidumbre eterna y agitación. Todas las relaciones fijas y congeladas, con su estela de antiguos y venerables prejuicios y opiniones, son barridas; todas las recién formadas se vuelven anticuadas antes de que puedan osificarse.» Sus vidas van siendo privadas de significado, sus valores drenados de orgullo. La antigua columna vertebral de la nación reducida a una turba de deplorables despreciados cuya jibarización es ridiculizada como un presagio de lo peor por venir: el absoluto borrado que merece una ralea de majaras, como un dibujo de arena que se desvanece bajo la ola indiferente.

Primera entrega: El populismo autoritario global (I)

Tercera entrega: El populismo autoritario global (III): Mafia política

Cuarta entrega: El populismo autoritario global (IV): Comunitarismo anti-meritocrático

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