Alba Carrillo, la flamante presentadora del nuevo reality de Netflix, Jugando con fuego, ha concedido una interesante entrevista a El País. Durante su conversación con el periodista Martín Bianchi, no ha dejado títere con cabeza.
Contra el fascismo
Carrillo, además de presentarse en sociedad como la voz cantante del reality y estudiante de Filología en la Universidad Complutense de Madrid, aprovechó la ocasión para fustigar públicamente a su expareja, Feliciano López. El extenista fue tildado en la entrevista de “muy facha”.
A colación de esta acusación, la polémica colaboradora de La familia de la tele —el programa de María Patiño y, entre otras, Belén Esteban—, confesó que había “tenido muchas movidas con él [Feliciano] por temas políticos”. Posteriormente, la presentadora confirmó que “no repetiría”, que no mantendría una relación sentimental con “uno de derechas”. Agregando, con el propósito de apuntalar la crítica progresista, que “hasta el más facha se vuelve rojo por un polvo”.
Lectora desmemoriada
Sin embargo, la presentadora no se conformó con este titular y decidió ir más allá. Para Carrillo, aduladora de Bukowski y una intrépida literata a la que leer le “pone muy cachonda”, no hay posibilidad de tejer una relación sentimental con un varón que no devore libros. Ella misma acreditó a El País que una de las relaciones en las que se sintió más cómoda “fue con un ingeniero aeronáutico”, y añadió: “Nos hicimos los dos el carnet de la Biblioteca Nacional e íbamos los fines de semana a sacar libros. Eso me ponía mucho”. Un recuerdo a todas luces emponzoñado por el paso del tiempo, agravado por el hecho de que la Biblioteca Nacional no presta libros.
